miércoles, 7 de mayo de 2008

Libertad y democracia

1º LIBERTAD Y DEMOCRACIA

La democracia liberal debe ser considerada como la forma de democracia genuina desarrollada por el mundo occidental en el Siglo XX.. Es una democracia de “reglas fijas y resultados inciertos”, definida y defendida por la ley y el Estado de derecho, que protege el pluralismo social y cultural y que mantiene una magistratura independiente. Es la democracia constitucional.
Esta clase de democracia construye la libertad con todos los ingredientes de la experiencia, la religión, el desarrollo cultural y la sabiduría de la tradición occidental multisecular. No rechaza el pasado y la tradición porque son pretéritos sino que los integra en un todo armónico que nutre y vivifica la libertad de los pueblos.
¿Qué debe caracterizar a una democracia liberal? A nuestro entender estos son algunos de sus rasgos definitorios:
- una educación básica compartida y un nivel de conocimientos intermedio casi general
- derechos civiles y políticos iguales y soberanía del pueblo
- derecho a que todo el mundo pueda trabajar libremente
- reducción de los privilegios hereditarios y de cualquier clase de discriminación por clase o rango no obtenido por el esfuerzo y el mérito personal
- respeto a las convicciones y formas religiosas y a las costumbres morales
- libre circulación de riquezas y propiedades.....

Si continuásemos profundizando en la caracterización de la democracia liberal, lo que no es objeto de esta ponencia, llegaríamos a una conclusión evidente: igualdad y libertad son conceptos inseparables que constituyen los pilares básicos de la democracia y nos conducen, lógicamente, a admitir la soberanía popular y el sufragio universal como los rasgos definitorios de un sistema democrático.
No obstante es en la deriva de los conceptos de igualdad y libertad donde radican los peligros implícitos en la democracia, casi todos ellos derivados del predominio de la igualdad sobre la libertad.


2º RIESGOS DE LA DEMOCRACIA

La igualdad consagrada en la soberanía popular y en el sufragio universal, es lo que mueve y marca la evolución de las sociedades pero que, al mismo tiempo, encierra muchos riesgos y peligros. Veamos cuales pueden ser dichos riesgos.

-La tiranía de la mayoría:

La preocupación por la deriva autoritaria de la democracia y la “ omnipotencia de la mayoría” así como la preocupación fundamental por encontrar un método que limite y controle el poder para evitar los abusos de este, esta en la misma raíz de la separación de poderes ( “ el poder detiene al poder”) y abre una línea de pensamiento que con antecedentes en Locke se prolongará en pensadores como Tocqueville el propio Stuart Mill, todos ellos en guardia permanente contra los abusos de la mayoría.
Ningún poder, cualquiera que sea su origen, puede ser absoluto o ilimitado, pero esa “tiranía de la mayoría” que se cree con derecho “a hacerlo todo”, por proceder de la voluntad de la mayoría, tiene un límite. Existe una ley general hecha, o cuando menos adoptada, no sólo por la mayoría de tal o cual pueblo, sino por la mayoría de los hombres, que debe imperar sobre cualquier otra consideración. Y esa ley es la JUSTICIA.
Tenemos recientes ejemplos que nos muestran la vigencia de esta “tiranía de la mayoría” y nos demuestran que no es un mero concepto escolástico. El argumento basado en los “diez u once millones”de votos no pueden convertir al Parlamento de una Nación en una mera “cámara de registro”, ni permitir el acoso descarado al Poder Judicial, provocando que éste entre en un proceso de retroceso y pérdida de independencia..

La tiranía de la mayoría también ejerce su negativa influencia sobre la libertad intelectual. Su influjo sobre los escritores y minorías disidentes es constatable.
Tal vez en democracias consolidadas existen recursos para impedir que la mayoría asfixie y amordace a las minorías disidentes. Pero esto, desgraciadamente, no se produce en democracias menos sólidas, con menos recursos e independencia económica para hacer frente a los ataques sistemáticos de aquellos “ que por ser mas, se permiten ejercer patentes de corso”. Los que se siente en mayoría se animan a hablar e intervenir, mientras quien se percibe en minoría tiene tendencia a callarse. El resultado es que la mayoría aparece como más mayoritaria de lo que realmente es, mientras que la minoría silente aparece más insignificante de lo que es realmente. Este fenómeno, conocido como “la espiral del silencio”, es de sobra conocido en la débil democracia española.

La mayoría revestida del derecho de hacer las leyes y ejecutarlas puede reunir en sus manos todas las fuerzas de la sociedad y vencer las resistencias de aquellos que son considerados disidentes. En nuestras actuales sociedades mediáticas los medios de comunicación contribuyen de forma decisiva a que se produzca ese efecto que permite ningunear y marginar al disidente.

En la tiranía de la mayoría está también la base de otro fenómeno contemporáneo bien conocido, que es el de “lo políticamente correcto”. Enfrentarse o, simplemente, poner en duda los dogmas de la mayoría supone asumir serios riesgos: la marginación, la reducción al silencio y la incorporación a las “listas negras” que elaboran los poderosos, no sólo los que desempeñan puestos políticos sino todos esos otros personajes que influyen decisivamente en los ámbitos económicos, culturales, mediáticos...
Habrá quien piense que cuando hablamos de mayoría nos referimos en exclusiva a la mecánica mayoría parlamentaria; nada mas lejos de la realidad, dado que nos referimos a esa otra “mayoría social” que impone gustos e ideas o que se aferra a ciertos lemas simplistas sin entrar en mas análisis, como aquellos tan repetidos de “nunca mais”, “ no a la guerra”, “ queremos saber”, “ España no merece un gobierno que miente “, que han encubierto tantas indignidades y tanta miseria moral.

Otro muy grave peligro que se deriva de la tiranía de las mayorías es la aparición de las “ mayorías artificiales”, compuestas por minorías heterogéneas que, normalmente, no tienen en común nada más que la voluntad compartida de oponerse a otra mayoría más homogénea. Estas mayorías artificiales( desde los Pactos del Tinell hasta la fórmula Balear) alteran totalmente y en profundidad las reglas del juego y socavan el sistema democrático desde dentro sembrando el desconcierto y la desconfianza entre los ciudadanos. Cuando un partido( caso del PSOE en España) esta dispuesto a aliarse con los socios más insólitos con tal de conservar el poder, cediendo incluso en cuestiones de principio, instrumentando y poniendo las instituciones al servicio de su interés partidista e incluso violando sin rebozo las normas más elementales del Estado de Derecho, la democracia se degrada hasta extremos que pueden hacer difícil su recuperación.

- La concentración de poder

Otro de los riesgos que amenaza a las sociedades democráticas es lo que Tocqueville denomino “ el nuevo despotismo del poder”.
Ya hemos señalado que los pilares básicos de la democracia liberal son la libertad y la igualdad, pero es en la relación entre ambos conceptos donde radican los peligros implícitos en la democracia, todos ellos derivados del predominio de la igualdad sobre la libertad y la posibilidad de que esta fenezca asfixiada por la primera.
Los pueblos democráticos tienden naturalmente a la libertad; la buscan, la aprecian y les duele grandemente que se les aparte de ella. Pero por la igualdad, sienten una pasión insaciable, ardiente, invencible.
Esta pasión por la igualdad les lleva al individualismo mas exacerbado que predispone a cada ciudadano a aislarse de la masa de sus semejantes y a constituir, con su familia y amigos, una suerte de pequeña sociedad para su uso particular, abandonando a sí mismo a la gran sociedad a la que pertenece. El individualismo es una constante de las democracias y amenaza con desarrollarse a medida que las condiciones entre los individuos se igualan.
En las grandes democracias modernas el ciudadano se siente al margen de los asuntos políticos. Para ocuparse de estos se elige y se paga a los representantes elegidos; mientras los políticos hacen “política”, el ciudadano, en pleno ejercicio de su
individualismo, se ocupa de sus asuntos y su tiempo de ocio lo dedica a los placeres sin preocuparse ni agobiarse por los aburridos asuntos públicos que ve como “cosa de políticos”. Esta actitud de indiferencia hacía la polis se agrava aun más en situaciones de prosperidad, hasta el punto de que podemos constatar una estrecha relación entre sociedades prosperas y sociedades indiferentes a la política.
Pero este ciudadano individualista apuesta sobre todo por “ la paz y el orden públicos” y estos deseo pueden llegar a permitir a los Gobiernos llevar acabo operaciones engañosas de engatusamiento general con “procesos de paz” al que se sacrifiquen bienes públicos de la máxima importancia, incluidos el propio Estado de Derecho y el mismo orden constitucional.
Esta concentración de poder o “nuevo despotismo” que ha llegado a instalarse en las democracias modernas, no destruye voluntades, pero las ablanda, las doblega y las dirige; rara vez obliga a actuar, pero se opone sin cesar a que se actúe; no destruye, pero impide nacer; reprime, enerva y embrutece y, al cabo, reduce a toda la nación a rebaño de animales tímidos e industriosos, cuyo pastor es el gobierno.


Rodrigo Rodriguez
Secretario General
Partido Popular de España en el Reino Unido
www.ppreinounido.com

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo creo que ahora mismo en España hay un problema mucho mayor que es la tirania de las minorias.

No es admisible que quienes dictan la politica economica, territorial, fiscal, sanitaria y educativa, por nombrar las mas representativas, no lleguen a ser el 10% de los votantes, y el resto del 90% de españoles tenga que conformarse con lo que dictan esa minoría, en aras de la gobernabilidad. Lo siento, pero no es de recibo.

Las razones, son multiples, como dices en tu articulo, una de ellas es que contamos con una democracia debil, yo mas bien diría joven, donde los acuerdos de la transición sirvieron precisamente para tener el gran país que tenemos ahora, pero que últimamente nos hacen un flaco favor.

Las soluciones que se me ocurren, son varias, desde hacer un gran pacto de estado en cuestiones que no sean cuestionables, entre los dos partidos más representativos de los españoles, dejando atrás viejas reivindicaciones, revanchismos, o desconfianzas.

Entre esos acuerdos, incluiría la centralización de algunas cuestiones como la educación o la sanidad, porque hoy en día las desigualdades entre autonomías no creo que satisfagan ni a unos ni a otros. Debería existir unos mínimos de atención sanitaria, de conocimientos educativos, y de cohesión fiscal entre todas las comunidades autónomas. ¿Por qué si me apunto al censo en Madrid tengo diferente asistencia sanitaria que en Andalucía?

Otra solución, más valiente aún, sería promover un cambio del sistema electoral, dónde el partido que gobierna se eliga a dos vueltas, y así si que sería presidente el más votado entre todos los españoles. O por lo menos, un sistema más democrático donde todos los diputados tuvieran una representatividad similar.

Hoy en día carecemos de los mecanismos de control adecuados en nuestra joven democracia contra la acumulación de poder. Los mecanismos de nombramiento de cualquier institución se han ido politizando progresivamente, hasta el extremo de que no son operativos. Hay que romper con esa dinámica, amparada en la democracia representativa, y establecer acuerdos de correspondencia entre todos los partidos, de manera que todos tengan voz y voto. Sólo así conseguiremos que el Presidente sea presidente de todos los españoles, y no sólo de los que le votaron. Y que todos los cargos designados por acuerdos políticos, sean representativos de todos los partidos, y no sólo de algunos. ¿Acaso no tenemos ya una ley de partidos, que impide que lleguen al poder aquellos que no defienden nuestros principios básicos de democracia, igualdad y libertad?

Sin embargo, no veo actualmente a nadie en el panorama político español dispuesto a atajar estos serios problemas. Sólamente veo gente dispuesta a apuntar con un dedo al contrario. Una lástima, con todo lo que nos queda por hacer.

Don Val dijo...

Yo discrepo de Félix y creo que se aparta un poco de lo que manifiesta la entrada en el Blog, con la que estoy totalmente de acuerdo.

En España no hay tiranía de las minorías porque para que unos pocos puedan tiranizar al resto tienen que servirse de la mayoría que implemente esas medidas. En España no hay un problema de que algunos partidos regionales escriban la partitura, el problema es que el director de la orquesta lo sigue al pie de la letra.

Tampoco creo que un pacto de estado sea necesario. Un pacto de estado se hace en los estados de excepción, y por mucho que sea afiliado al PP, no por ello creo que PP-PSOE juntos van a hacer una democracia mejor; al contrario, entonces sí que habría una dictadura de la mayoría porque sería imposible oponerse a ello.

Las dos vueltas, desde mi punto de vista, ejercen un efecto apisonadora. Un partido minoritario no tendrá nunca opción de llegar al poder porque siempre perderá en la primera vuelta. Las dos vueltas se suelen hacer en países que tienen multitud de partidos. En España no hay más que dos partidos nacionales. No es necesario tener dos vueltas.

Lo que yo creo que debería hacerse es:

1. Elección directa de Presidente de Gobierno y su gabinete.

En esa elección no se elegiría ningún diputado o senador: sólo al Presidente y Vicepresidente del Gobierno.

2. Una sola cámara parlamentaria:

Teniendo en cuenta cómo proceden en España el Congreso y el Senado, nos podríamos ahorrar el Senado. El senado es una figura decorativa para la que de vez en cuando tienen que inventarse funciones.

Un congreso de los diputados para legislar y controlar el ejecutivo es más que suficiente.

3. Poder judicial autónomo:

La judicatura tendría que tener un acceso por oposición – previa experiencia – exclusivo: ni cuarto turno ni nada. Pura meritocracia. Y, desde luego, ninguno de los altos órganos debería ser nombrado por el Congreso ni por el Gobierno. Los puestos en los altos órganos deben ser vitalicios y nombrados por el Consejo General del Poder Judicial, que a su vez es elegido por los jueces.

Prohibición absoluta de hacer juez si se ha desempeñado un cargo político y, por consiguiente, de volver a la judicatura después de una incursión en política.

Derecho de asociación, pero sin poder expresar adscripciones políticas.

La fiscalía asume la instrucción y el Fiscal General del Estado es nombrado por fiscales de entre los fiscales con un cargo vitalicio. Tanto la judicatura como la fiscalía actuando por criterios de independencia.

4. Supresión de las Comunidades Autónomas:

Habiendo Unión Europea, ayuntamientos y Estado, las Comunidades Autónomas sólo están para que los contribuyentes tengamos que pagar más. No obstante, para canalizar las características culturales de cada región, se pueden organizar administraciones regionales de carácter cultural.


Desde mi punto de vista, sólo así se conseguiría una democracia real en España.

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