Desde que estalló la crisis financiera en la que estamos inmersos desde hace unos meses, los economistas españoles estamos recibiendo estopa desde todos los frentes socio-políticos y mediáticos. Politólogos brillantísimos y periodistas afamados -que confunden “crash” con “crack”- no dejan de cebarse en esta otrora dignísima profesión que durante las últimas décadas estuvo tan de moda. Es cierto que los economistas nunca hemos sido muy bien vistos por la “mass media”. Recuerdo aún el aforismo aquel tan en boga durante el I Plan de desarrollo, por el cual se nos equiparaba a aquellos médicos que sólo acertaban con el diagnostico del enfermo una vez que a este se le había practicado la autopsia, momento en el que se explicaba con todo lujo de detalles la evolución de la enfermedad y las causa que habían originado el fallecimiento.
En opinión de brillantes politólogos, sociólogos, periodistas y comunicadores de opinión, la crisis se pudo prever y evitar con la toma de medidas adecuadas, pero la indolencia, negligencia, incompetencia y cuantas más “encías” se les ocurran a mis amables lectores, impidieron ver lo que se avecinaba y actuar en el momento preciso y con las medidas adecuadas. Quizás a quienes esto sostienen no les falte razón, en algunos casos, pero no cabe la menor duda que lo que se busca es un chivo expiatorio que nos devuelva la buena conciencia, muy golpeada por los canticos y panegíricos que durante la última década se han dedicado a los políticos que habían puesto a España en el podio de los éxitos económicos europeos. ¿Acaso somos todos unos Solbes, Sebastián, MAFO o Caldera? ¿Constituimos, la mayoría, el grupo de 77 asesores(o son 677?) de Don ZP? ¿Por casualidad pertenecemos la mayoría a los Servicios de Estudios de la gran banca, o estamos inmersos en el desarrollo de las grandes instituciones financieras españolas? Pues va a ser que no.
La gran mayoría de los profesionales españoles de este ramo, no tenemos relaciones de subordinación con esos estamentos. Trabajamos como funcionarios del Estado, en la Universidad, en la Empresa privada, o en ejercicio libre de la profesión; y esta gran mayoría sí que diagnosticó a tiempo lo que se nos avecinaba, y que es lo que convenía hacer para paliar los efectos de ese tsunami que ahora arrastra a nuestra economía al más profunda de los abismos.
Voy a poner unos cuantos ejemplos de lo que afirmo. Ya en Mayo de 2006 un economista español escribía en su blog un artículo titulado “ ¡La economía, imbéciles, la economía ¡”,en el que señalaba lo siguiente :“ El panorama que nos presenta el entorno internacional no es nada halagüeño; los cambios en el contexto monetario, la situación del mercado petrolífero, la situación y previsible evolución de los tipos de cambio, el estancamiento económico de Francia y Alemania, la inestabilidad y volatilidad de los mercados bursátiles, son cuestiones de suma importancia que tarde o temprano afectaran de manera aguda a nuestro país”. Y señalaba los signos de desaceleración progresiva que ya se detectaban en la actividad económica española: “un sector exportador casi paralizado, un enorme consumo público, un consumo privado que presentaba signos de debilitamiento, un gasto publico excesivo, una preocupante evolución de los tipos de interés-“un incremento adicional del Euribor lastraría aun mas las rentas familiares disponibles para el consumo, amén del efecto negativo que un alza en los tipos de interés provocaría en la demanda de viviendas, lo que originaria que dos de los grandes motores de nuestro crecimiento, demanda privada y “ladrillo”, empezasen a petardear”- una excesiva dependencia energética, un deterioro en la confianza empresarial, la necesidad inminente de reformas estructurales en el terreno laboral, fiscal, energético, poner fin a la inseguridad jurídica etc.”Pues bien a este economista español se le tildo de catastrofista, antipatriota, iluminado y poco falto para llamarle “gilip….”.
Pero un año más tarde, las alarmas saltaron. Economistas y empresarios de gran prestigio, Velarde Fuertes, Fernando Fernández, Ramón Tamames, Alberto Recarte, Manuel Pizarro¬ -¡que gran debate el suyo contra el inepto Solbes!- Carmen Tomas y otros muchos, saltaron a la arena y pusieron en solfa las predicciones económicas de un gobierno populista y con un mínimo bagaje intelectual, y avisaron de que la tormenta ya había llegado y presentaron programas y soluciones. Pero estos también fuero zaheridos, ridiculizados, tachados de pesimistas congénitos. Y no sólo desde los portavoces del Gobierno, sino también por politólogos, economistas “a la violeta “y a sueldo de sus partidos, periodistas y comentaristas “ad hoc” y demás especímenes que pululan por las redacciones periodísticas, y por los claustros universitarios, y por la gran banca agradecida, incluso desde las más altas magistraturas del Estado.
Y termino, queridos y leales amigos A esta situación no hemos llegado por la “incompetencia e indolencia” de los economistas; a esta situación hemos llegado por culpa de unos partidos políticos, de uno y otro signo, que no han sabido o querido hacer frente a la realidad y se han movido sólo por sus intereses partidistas, y por una sociedad acomodaticia y anestesiada que no ha querido atender la llamada de quienes avisaban “Que viene el lobo, que viene” y ha esperado que el Lobo llegase y comenzara a devorarlos. ¡Pues ya van 4 millones, devorados! Vaya festín que se está dando el lobo con piel de politólogos, sociólogos, “periolistos” y comunicadores.
JUAN ESPAÑOL
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